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Algo está cambiando. Esa es una de las conclusiones que nos deja este año en materia de amenazas informáticas. Lejos quedan los tiempos en los que la efectividad de un virus se basaba en el número de ordenadores que destrozaba. Hoy los virus se han vuelto más complejos, con unos objetivos más orientados a robar datos personales o utilizar los ordenadores como mulos para realizar otras acciones (como enviar spam).

El gran personaje de este año, más por lo que puede significar que por el daño que ha provocado, es Stuxnet. Este misterioso troyano se creó con un objetivo muy claro, sabotear y espiar sistemas industriales. Y lo hizo con un diseño que asombró ””e incluso maravilló”” a los expertos de seguridad. Stuxnet era capaz de aprovecharse de cuatro vulnerabilidades de los sistemas Windows al mismo tiempo, la última de las cuales fue parcheada por Microsoft hace unos dí­as.

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La complejidad de los virus crece, tanto que troyanos como el anteriormente nombrado requieren de una inversión muy fuerte. Y claro, una vez se pone una cierta cantidad de dinero en cualquier asunto turbio, las miradas apuntan hacia gobiernos, multinacionales u otro tipo de grupos que suelen aparecer en todos los pensamientos conspiratorios. Sea cual sea la verdad que se esconde detrás de Stuxnet, muchos expertos lo han denominado la primera arma de una nueva era de ciberguerra.

Para el próximo año se espera que esta tendencia continúe, como pudimos ver en las previsiones de seguridad de Fortinet.Y mucho nos tememos que el número de virus seguirá aumentando, a pesar de los esfuerzos de erradicar o al menos paliar uno de los grandes puntos negros de la tecnologí­a.